- Durante esta semana he pensado mucho en la forma en la que estamos tan acostumbrados a dejar que el mundo dicte nuestra identidad, nuestro valor como personas y nuestra definición de éxito.
- Por mucho tiempo eso era lo único que buscaba y perseguía, ser aceptado por otros, así que la forma en la que me vestía y la manera en la que actuaba era importantes para sentirme aceptado y valorado por otros, pero extrañamente ese valor era momentáneo, no satisfacía mi necesidad de ser valorado y pronto me veía nuevamente a mi mismo tratando de aparentar ser otro que no era.
- No paso mucho tiempo hasta que me di cuenta que esta búsqueda de ser valorado, de pertenecer a un grupo y buscar mi valor e identidad estaban dándome por mas que intentara ser otro al final del día odiaba la persona que aparentaba ser, así que me revele, rechace a la sociedad, a los esquemas y las expectativas que otros tenían de mi.
- Creo que en algún momento en nuestras vidas todos pasamos por este proceso, en donde tratamos de encontrar nuestro verdadero valor e identidad en las cosas que tenemos o en las personas que nos rodean, pero lo único que logramos con esto es esconder esa herida que necesita ser sanada.
- La honestidad y transparencia juega un rol muy importante, porque a menos que no aceptemos que esa herida esta ahí nada va a cambiar, y lo que se necesita para que esto suceda es que seamos abiertos y vulnerables.
- Lo mas difícil de este proceso es abrir la herida para ser limpiada, por alguna razón nos aferramos tanto a lo que conocemos, a la seguridad que nos da vivir en una rutina.
- Tratamos de esconder nuestras vidas en tantas etiquetas y mentiras que se han dicho de nosotros a medida que crecíamos, que pensamos son nuestra identidad, pero que impiden que la herida sane.
- Pero en Romanos 8:15 encontramos nuestra verdad, nuestra identidad y nuestro éxito “El Espíritu que Dios nos ha daño no nos esclaviza ni nos hace tener miedo. Por le contrario, el Espíritu nos convierte en hijos de Dios y nos permite llamar a Dios: ¡Abba Padre!”
- No hay ningún otro lugar en donde podamos encontrar nuestro verdadero valor o identidad, Dios es nuestro creador y nos conoce mucho mejor que nosotros mismos, El entiende nuestra búsqueda y El es la respuesta a esa necesidad que tenemos de ser valorados.